jueves, 18 de octubre de 2007

miércoles, 17 de octubre de 2007

Apología de la inocencia

Un bocadillo de calamares, tiene un cierto valor si tienes hambre, pero lo pierde si lo que tienes es una fila de ochenta bocadillos de calamares.
No saques el paraguas, no sabes si va a llover.
Merlín dixit

Quiero ser inocente. ¡Disfrutad de vuestra ignorancia! Abajo las revoluciones.

lunes, 15 de octubre de 2007

Pequeños objetos mágicos. El maldito duende


Merlín dice que tengo una rara capacidad para descubrir la magia que albergan algunos objetos. Las cosas cotidianas que nos rodean, son a veces en realidad pequeños objetos que provienen del mundo de las hadas. Pueden llevar aquí miles de años y que en realidad solo unos pocos perciban su verdadero origen, pero su esencia permanece. Otras veces, no hay objeto, sino que queda algún rastro del ala de un ser mágico o la huella de su manita en la pared en la que se apoyó. A veces encuentro alguna de esas señales. No sé si solo veo algunas o todas, porque las huellas que no veo, claro, no sé si están ahí...

Esta mañana tenía un problema que me rondaba la cabeza. Tenía que hallar la solución a un rompecabezas y no encontraba por dónde. Uno a veces, no percibe la dimensión real de las cosas, porque las ve desde muy cerca. Una mota de polvo en las gafas parece una mancha enorme, mientras que un águila real se reduce a un puntito en el cielo porque la miramos desde nuestro pobre punto de vista. En estas estaba yo, enfrentándome al maldito duende.

Mientras pensaba, empecé a jugar con una bellota que llevaba en el bolsillo (lo normal). El rabito se había roto y no había manera de encontrarlo. Lo buscaba mientras pensaba, sin encontrar aparentemente ni el rabito ni la solución. Durante todo el camino a casa di vueltas a mi problema y al bolsillo, asumiendo que el rabito se había caido. Olvidé el rabito y seguí con mis cábalas.

A unos metros de casa, imaginé el problema a mayor distancia y me topé en el bolsillo con un palito de unos dos milímetros que no sé dónde se había metido antes. Debajo, estaba yo y encontrarme a mí misma respondió a mi dilema.


sábado, 13 de octubre de 2007

Mel





Este es Mel.
Melbourne se llama.
Es una cotorra ninfa.
Mi amiga Lyd es una auténtica experta en cotorras. Sabe exáctamente lo que hay que hacer en cada caso, interpreta su comportamiento y las mutaciones de sus plumas. Ha tenido cotorras durante un montón de tiempo (al menos desde que la conozco) y sus mascotas, Tinguaro y Nefertiti, pusieron tres huevos en julio. El siete de agosto nació el primer pollo, que en principio tenía el aspecto de un kiwi rosa a medio pelar. Lyd los ha cuidado a él, a sus hermanos y a sus padres, y los bichos informes que salieron de los huevos, se han convertido en tres hermosas cotorras preadolescentes sanas, alegres y espabiladas (digo que gracias a ella, porque Tinguaro estuvo a punto de dejar tuerto al de la foto, ¡que le paró Lydia!).
Dos meses después de la eclosión del primer huevo, el hermano mayor luce como veis en la foto. PColina lo ha adoptado y esta primera semana, hemos estado totalmente pendientes del animalillo (Pablo le hace más caso a él que a mí, que soy su novia. Pero bueno, de momento pase, porque es la novedad, jeje).
Lo transportamos de casa de Lyd a casa de Pablo en una jaula de periquitos, pequeña para esta especie, y el pobre estaba asustadísimo y casi no podía ni moverse, a mí me daba una angustia tremenda, pero el domingo, Pablo compró una jaula como la de Lyd y el pequeño Mel se puso como loco de contento, parecía otro.
Es un amor de bicho. Cuando se asusta se le pone la cresta de punta (en la foto sale segundos después de recibir un primer flashazo) y cuando le soltamos tiene especial predilección por subirse a los visillos o a la lámpara del salón de Pablo. Come de la mano y te picotea cuando quiere que la dejes en paz (no hace daño). Le encanta el mijo (un cereal que come directamente de la rama) y de vez en cuándo le tomamos el pelo (¿o las plumas?) poniéndoselo por encima de la cabeza, donde no puede llegar a él. Le hemos puesto mil juguetitos en la jaula (a los que no hace demasiado caso, a pesar de que Lyd nos dijo que jugaban con todo, para mí es que le tenemos agotado) y le pusimos un columpio que luego le quitamos porque no llegaba a dominarlo y se pegaba unos guarrazos increibles. Ayer fuimos al parque a buscar algún palo para que pudiera subirse y trepar. Nos explicó Lyd, que si las perchas (son los palos que se ponen en las jaulas para que los pájaros se suban, yo no lo sabía) son palos naturales, con corteza y todo, es mejor porque van limándose las uñas (mi mano empezaba a reclamarlo). Es genial meterle cualquier artilugio nuevo en la jaula, porque primero te observa con cara de "¡Uy! ¿y eso?", luego lo mira un rato y luego se acerca, lo picotea, lo investiga, se sube...
Marta dice que voy a ser una madre terrible..."Pues mi niño tal, pues mi niño cual..."

sábado, 6 de octubre de 2007

¡Es que yo quiero analógico!

He encontrado este video en internet que trata de concienciar un poco de que "no podemos elegir".

martes, 2 de octubre de 2007

El libro que me venció

Mi madre dice que soy incapaz de terminar las cosas, que lo dejo todo a medias. Merlín dice que lo tengo que tener todo bajo control y cerrar todo, todas mis historias, todos los capítulos. Contra todo pronóstico, ambos tienen razón. Una de mis manías, que da la razón a Merlín, es que libro que empiezo, libro que tengo que terminarme. Mafalda (que no sé por qué demonios dejó de escribir, si su blog era como ver esas escenas de las películas que te devuelven la paz interior) me dijo una vez que eso era una tontería "Con todos los libros que hay con los que te podrías estar emocionando, ¿cómo vas a perder el tiempo con uno que no te llena?" Es que Mafalda es así de elocuente. Pero yo erre que erre, torturándome con tablones infumables.


Hace algún tiempo me leí _El clan del oso Cavernario_ , de Jean Marie Auel y me encantó. Se lo conté a Iván que mostró un enorme entusiasmo y me dijo que me iba a dejar el segundo de la saga. Se despidió de mí al grito de "¡¡¡Ya verás cuando conozcas a Jondalar!!!"
Al día siguiente (mi cumpleaños) además de con un montón de regalos apareció con el prometido _El valle de los caballos_ (aclarando que ese era de vuelta). Mi cumpleaños es en Noviembre. Y yo le devolví su libro hace un par de semanas.
Lo he intentado. Muchas veces durante casi un año. Pero este libro ha podido conmigo. Opté por saltarme los capítulos donde se contaba la vida del protagonista masculino previa al encuentro con la muchacha a la que ya conocíamos, pero ni por esas... La niña cromañón contestataria, se ha convertido en una cursi (¿cómo se puede ser cromañón y cursi?) y el esperado Jondalar es un galán de telenovela con lanza y una piel de bicho por encima.

Mafalda tenía razón. Y Merlín.
Creo que no debo volver a comprometerme con ningún personaje a cambio de nada.