Cambios, cambios...
La palabra "cambio" siempre se me aparece en plural, repetida y con unos puntos suspensivos detrás, de oírsela así a Gárgola Lithica.
A ella siempre le ha dado miedo el cambio y yo me he pasado la vida consolándola por él y por su inevitabilidad. Solía regañarle por el pesimismo con que hablaba de los procesos normales por los que atravesamos todos y por ese "Cambios, cambios... no me gusta."
Anoche estuve en casa de dos amigos íntimos. Fui a hacer un recado, pero me quedé un rato. Hablamos de todo. No técnicamente, porque "sólo" me quedé dos horas, pero básicamente sí. Se dio ese tipo de conversación en que ni se selecciona el contenido, ni falta que hace. Surge.
Hablamos de embarazos. Parece que no soy la única que tiene en su entorno a varias amigas embarazadas. No es un secreto que no soy demasiado babyfriendly. Un bebé tiene posiblemente la mayor relación impacto/volumen de los elementos conocidos. Aparece en tu vida un dogo argentino y te cambia cuatro ratos al día. Aparece un bebé, que pesa dos kilos y medio y cambian hasta los muros de facebook de tus amigos (Ahora me bloquean dos o tres... ¡que no, hombre!, ¡que lo entiendo!). Y diría gárgola: "Cambios, cambios... no me gusta."
Hablamos de teatro. Esto tengo que desarrollarlo mejor en otra entrada porque merece mucho más que cuatro lineas en un texto resumen, pero el caso es que he descubierto la Impro! (esta palabra también tiene su marco, siempre la figuro con mayúscula y una admiración detrás). Estoy aprendiendo mucho, estoy disfrutando mucho... y el foco de mi semana (el día estrella, por así decirlo) y por tanto mi punto de vista, se desplazó por causa de esto de forma escandalosa y en un tiempo record de un mes. Es un cambio positivo, que además no podría haber llegado en mejor momento, pero no deja de ser un factor que ha alterado la distribución de mi tiempo. "Cambios, cambios..."
Hablamos de casas. En el mes de marzo se me mudan tres amigos independientes entre sí. No es que una mudanza sea un drama en general, pero tres y en distintos grupos, empapan el aire de una cierta inestabilidad. Estos chicos con los que estuve ayer van a bajar sus muebles de casa el primer fin de semana de marzo y van a hacer un llamamiento para pedir ayuda. "Son cuatro pisos y si venimos 25 es un viaje por persona." 25 para ayudar en una mudanza parece un número muy optimista pero esa casa es especial. En la pared del salón hay un cable de esos con luces por dentro, que escribe la palabra "Casita" (y que da a un enchufe, por lo que se puede encender). El salón es más grande que algunas casas en las que he estado y en la última fiesta en que participé, creo recordar que contaron unas ochenta personas. Ahí hemos hecho reuniones administrativas del coro, hemos ido un domingo a comer cocido, hemos hecho brunch, fiestas de carnaval, halloween, pasajes del terror (sí), cumpleaños, despedidas... puedes organizar una fiesta sorpresa con veinte personas a alguien que sigue en la cama, porque hasta que no entre al salón no se va a enterar de que está a reventar. La casa tiene nombre, "Conchijero" (está en la calle Concepción Jerónima) y solíamos hacer la broma de que hiciesen el favor de pedir licencia al ayuntamiento para poder cobrar entrada. Ha sido un poco la casa de todos, por eso merecen tanta ayuda con la mudanza, porque, un poquito, nos mudamos todos. Diría Gárgola: "Cambios, cambios... no me gusta."
- Esta entrada-resumen-reflexión.
- Un correo de aviso y ánimo de cara al concierto en el que he decidido no participar.
- Inaugurar la asignatura de ritual y creencia.
- Inaugurar la asignatura de antropología urbana..
- Faltar a la asignatura de antropología del arte (¡se solapa con ritual!).
- Empezar un plano de Madrid con chinchetas en las nuevas casas de mis amigos a las que se puede ir a comer tarta, chocolate o echar unos juegos de mesa.
- Ir a casa de PColina al final del día y contarle la de cosas interesantes que he hecho.