miércoles, 7 de agosto de 2013

Lo único que no falla nunca

Hoy he recordado de nuevo un texto al que recurro de vez en cuando y que leí por primera vez hace 16 años.

Durante el curso que aquel día empezaba nos iba a dar la asignatura de biología una profesora a la que aún no habíamos tenido. Entró a clase, se presentó muy sonriente, sólo más tarde sabríamos que ese estado era el habitual en ella, y nos repartió un texto. Un texto encabezado con la palabra "Prólogo" y que, para nuestro asombro, para el mío, los demás ellos sabrán, no estaba relacionado con la biología, sino con la literatura. Decía así:


"Lo mejor para la tristeza -contestó Merlín, empezando a soplar y resoplar- es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor; puedes ver al mundo a tu alrededor devastado por locos perversos, o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces sólo hay una cosa posible: aprender. Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar; que nunca la tortura; que nunca le inspirará miedo ni desconfianza, y que nunca soñará con lamentar, de la que nunca se arrepentirá.

Aprender es lo que te conviene.

Mira la cantidad de cosas que puedes aprender: la ciencia pura, la única pureza que existe. Entonces puedes aprender astronomía en el espacio de una vida, historia natural en tres, literatura en seis. Y entonces después de haber agotado un millón de vidas en biología y medicina, y teología, y geografía e historia, y economía, pues, entonces puedes empezar a hacer una rueda de carreta con la madera apropiada o pasar cincuenta años aprendiendo a empezar a vencer a tu contrincante en esgrima. Y, después de eso, puedes empezar de nuevo con las matemáticas hasta que sea tiempo de aprender a arar la tierra"

Más tarde hablaríamos de plantas, de células, de mitocondrias y nos explicaría lo que es un axón, pero, más allá de estas y al margen de las conversaciones que tuve con ella por los pasillos o en el aparcamiento del cole, la clase que siempre recordaré mejor de ella, y, en realidad, de las de muchos otros profesores, es esa primera clase, la "única que no falla nunca".

Gracias, Sonia.