Pequeños objetos mágicos. El maldito duende
Merlín dice que tengo una rara capacidad para descubrir la magia que albergan algunos objetos. Las cosas cotidianas que nos rodean, son a veces en realidad pequeños objetos que provienen del mundo de las hadas. Pueden llevar aquí miles de años y que en realidad solo unos pocos perciban su verdadero origen, pero su esencia permanece. Otras veces, no hay objeto, sino que queda algún rastro del ala de un ser mágico o la huella de su manita en la pared en la que se apoyó. A veces encuentro alguna de esas señales. No sé si solo veo algunas o todas, porque las huellas que no veo, claro, no sé si están ahí...
Esta mañana tenía un problema que me rondaba la cabeza. Tenía que hallar la solución a un rompecabezas y no encontraba por dónde. Uno a veces, no percibe la dimensión real de las cosas, porque las ve desde muy cerca. Una mota de polvo en las gafas parece una mancha enorme, mientras que un águila real se reduce a un puntito en el cielo porque la miramos desde nuestro pobre punto de vista. En estas estaba yo, enfrentándome al maldito duende.
Mientras pensaba, empecé a jugar con una bellota que llevaba en el bolsillo (lo normal). El rabito se había roto y no había manera de encontrarlo. Lo buscaba mientras pensaba, sin encontrar aparentemente ni el rabito ni la solución. Durante todo el camino a casa di vueltas a mi problema y al bolsillo, asumiendo que el rabito se había caido. Olvidé el rabito y seguí con mis cábalas.
A unos metros de casa, imaginé el problema a mayor distancia y me topé en el bolsillo con un palito de unos dos milímetros que no sé dónde se había metido antes. Debajo, estaba yo y encontrarme a mí misma respondió a mi dilema.
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